Para muchos de nosotros, la palabra en sí ya nos produce terror. No es que deseemos ser disciplinados física, mental y espiritualmente. Pero el desafío parece demasiado difícil, o la motivación tiene más que ver con el deber que con el deseo. Y cuando se trata de nuestro caminar cristiano, no deseamos ser legalistas y solo limitarnos a obedecer un conjunto de reglas.