EL PODER SANADOR DEL AMOR

Su propia vida fue una demostración de que cada circunstancia puede influir en la eternidad, que cada instante es un tesoro que puede hacer que la vida de alguien mejore y que el cielo sea más real para esa persona. Para Jesús, no había ser humano que no tuviera valor. Llevaba esperanza a los más toscos y poco prometedores, asegurándoles que podían convertirse en hijos bondadosos y obedientes de Dios. Cuando se encontraba con los que habían caído por completo bajo el dominio de Satanás y estaban sin esperanza, les ofrecía ayuda con gran amabilidad. Animaba a los que encontraba batallando valientemente contra Satanás y el mal, prometiéndoles que los ángeles que luchaban junto a ellos les aseguraban la victoria. Aquellos a los que ayudaba descubrían que podían confiar completamente en él. Jesús no solo sanaba la mente y el espíritu sino que también sanaba el cuerpo. Sus amorosas palabras y su bondadosa atención tenían resultados tranquilizantes y sanadores. De él emanaba un poder sanador para beneficio de los enfermos y los abatidos. Desde que era niño, calladamente extendía sus manos para ayudar a los demás.